miércoles, 12 de mayo de 2010

Algunos comentarios post congreso

Comenzamos nuestras jornadas de discusión aludiendo a los asuntos pendientes que consideramos importantes. La falta de cuestionamientos respecto de la filosofía y las humanidades en la educación secundaria, la carencia entre nuestras comunicaciones de áreas diferentes a las de las humanidades como las ciencias sociales, derecho, ciencias, matemáticas, entre otras; la ausencia de cuestionamientos acerca de lo interdisciplinario antes que algo transdisciplinario. Creo que el último punto quedó siempre en espera aunque acariciado. No obstante que faltaban para nosotras esas reflexiones en los textos propuestos, la mayoría de estos asuntos fueron apareciendo en nuestras discusiones. Hemos quedado más que satisfechas respecto de la reflexión que se generó en nuestra mesa durante los días finales de abril.
Personalmente considero que el problema del cruce de saberes es un tema que nos mueve, nos toca y difícil de abordar. La dificultad surge en cuanto implica una redefinición de lo que es la filosofía, la historia, la literatura, las humanidades en general, las ciencias sociales, el derecho, por nombrar algunas. Esa definición implica muchas veces jerarquizar áreas de saber, ejercicio molesto y quizá innecesario. Implica también una definición del rol del filósofo que insta a pensar en un papel en contacto con los asuntos cotidianos ya no solo desde una propuesta erudita sino una que muestre el interés por los asuntos humanos concretos. Reconocer también que la encrucijada de saberes es un asunto que apela a las instituciones en cuanto lo fomentan, lo protegen o no. Quizá es por eso que los títulos de los textos comentados durante nuestras sesiones aluden casi siempre a asuntos políticos, éticos, rol del filósofo, el contexto epistémico del saber…
Luego de nuestros intercambios de ideas queda claro que la característica que parece fundamental a la filosofía es la de reflexión. Esa reflexión se mueve desde distintos lugares o puede ser también el lugar de encuentro entre saberes. Respecto a esto podemos preguntarnos si nos estamos refiriendo a un estatuto que trasciende las áreas de saber o bien una instancia externa a cada una de ellas. Externa en el sentido de tomar distancia para observar e intentar algún grado de objetividad respecto de lo que define ciertos problemas en el contexto disciplinar. Hay en estas cuestiones, ciertamente, un problema metodológico en el sentido de que la filosofía por sí misma no define un método específico. Por eso durante los días del congreso hemos oído de dialéctica, de síntesis, de fenomenología, análisis….no hay un soporte empírico que permita contrastar las ideas con un patrón, o con algo que emane de una verdad o registro comprobable, ni un modo de acercamiento obligatorio a ello. Agreguemos que tampoco contamos con un criterio de objetividad absoluto que sea imposible de echar abajo desde los diferentes frentes que abordamos. Reconociendo esto podemos decir que los problemas filosóficos se mueven en la búsqueda de tal criterio de objetividad, de alguna verdad sin que esta necesariamente pueda o más bien deba ser fijada. Nos movemos en gran medida en el nivel de la discusión que pretende declarar estatutos epistémicos, normativos o simplemente metaeticos, metafilosofícos. Con este ejercicio reflexivo vamos tejiendo y destejiendo el entramado que define los asuntos filosóficos, históricos, sociales, etc. Así, quienes reclaman su derecho a discutir filosóficamente están defendiendo a la vez su derecho a cuestionar el desarrollo de su disciplina. Están cuestionando por ejemplo los criterios de objetividad que emanan de la historia, de los estudios culturales, de la ética del derecho y de la propia filosofía por supuesto. Quizá el modo más cercano de definir filosofía para introducir e invitar a alguien ha sido, justamente, la experiencia que tuvimos durante el congreso de Filosofía Joven.
Las que coordinamos esta mesa tenemos la idea de que se puede trabajar en un cruce de saberes. Sin embargo debo destacar que pese al énfasis en ello no creo que se deban fusionar departamentos es decir que el departamento de historia o literatura sea el mismo que de filosofía. Si creo que un filósofo puede trabajar en uno de literatura de ciencias sociales o cualquier otro y por supuesto viceversa. No creo que deba desaparecer la licenciatura en filosofía aunque pienso que hay gente extraordinariamente capacitada en otras licenciaturas. La razón es la siguiente, las personas extraordinariamente capacitadas de otras disciplinas a veces combinan esta capacidad con un conocimiento teórico de autores y de reflexión filosófica otorgados por la educación secundaria. La licenciatura en filosofía tiene por una parte la responsabilidad de formar profesores secundarios y, por otra, académicos que sean capaces de invitar a la reflexión antes que un dogma. Pero para ello se necesita también la rigurosidad y el conocimiento especifico de autores. Lamentablemente la crisis que atraviesa la filosofía a nivel de enseñanza superior también se atraviesa a nivel secundario lo que implica no ya solo un problema de fundamentación sino que también social.
Con todo esto no podemos cerrar nuestra mesa sino seguir intentado un debate respecto de las cuestiones que quedan abiertas: ¿qué define que un historiador esté haciendo filosofía y no historia? ¿por qué filosofía de la historia y no historia de la filosofía? ¿qué define el límite en el que los estudios culturales se vuelven más filosóficos que literatura historia del arte, etc? Por otra parte ante el llamado a un congreso de Filosofía ¿es necesario qué los participantes sean exclusivamente estudiantes de filosofía (sea licenciatura o doctorado en filosofía)? ¿son posibles los departamentos de filosofía en distintas facultades? ¿qué habilidades especificas demanda la filosofía? Entonces; ¿es necesaria la educación filosófica secundaria?
Estoy consciente de que no solo quedan estas preguntas y que este pequeño trazo de lo que sucedió no s suficiente, de hecho según lo que ustedes comenten podemos seguir discutiendo.

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