martes, 20 de abril de 2010

GOOGLE: La disolución del experto


La epistemología social relaciona íntimamente la cuestión del testimonio con la figura del experto. Un experto es aquel sujeto cuyo conocimiento sobre un tema es tal que sus testimonios están justificados[1]. Si cualquiera de vosotros me recomienda un producto para que mi pelo adquiera un liso japonés, probablemente no dé mucha fe, pero si lo hace mi peluquera, no me quedará duda de que sabe de lo que habla y que los resultados del empleo del producto se ajustarán más o menos a lo que ella predijo. Nuestros profesores, los autores de los libros de texto y los manuales, los profesionales cualificados, todos ellos son expertos. Caracterizamos a un experto como un sujeto epistémico que tiene un conocimiento muy amplio y bien justificado, el cual se especializa en un campo concreto y reducido. Esta condición está clara, como seres humanos nuestras capacidades son limitadas y, por lo tanto, pretender ser un experto en todos los campos imposibilita tener un conocimiento lo bastante exhaustivo.
¿Cómo se aplica la cuestión del experto a Google? Podemos entender el problema del experto desde dos puntos de vista: (a) por un lado tenemos expertos individuales que son sólo una pequeña parte de la red difusa y, por otro, (b) Google se configura como el experto. Tradicionalmente, el juicio del experto ostentaba una cierta autoridad derivada de su posición social (pertenencia a ciertas instituciones, por ejemplo). En Internet, sin embargo, gran parte de los testimonios que encontramos son anónimos y desconocemos en base a qué sostiene el autor las opiniones que sostiene (estudios, experiencias propias, etc.). De este modo, encontramos juicios anónimos a la misma altura que juicios de expertos. ¿Cuál debemos entonces respetar? El uso de la red nos ha enseñado que, en muchas ocasiones, el experto puede perder autoridad frente a los usuarios anónimos. En un foro la contribución de un experto no vale más que la de cualquier otro usuario, pudiendo llegar incluso a valer menos en caso de sumar varias opiniones en contra. Las web que incluyen comentarios de usuarios plantean una situación similar. En la versión digital del periódico El País, por poner un ejemplo, los comentarios anónimos acompañan el cuerpo de la noticia, aunque aquí se mantiene aún una cierta jerarquía. Sin embargo, esto no impide que el experto (periodista en este caso) pueda perder credibilidad por los comentarios de otros usuarios.
Pasemos ahora a analizar hasta qué punto podemos afirmar que Google se configura como un experto, aunque con características un tanto particulares. Al contrario que los expertos tradicionales, Google se nos presenta como un experto global que proporciona información sobre cualquier tema, tanto es así que ni siquiera existe una demarcación entre materias o ámbitos epistémicos.
Desde cierto punto de vista, no se trata de que Google acumule información, sino que determina la información. En realidad Google no indexa la totalidad de las páginas de internet, pero también es cierto que es el motor de búsqueda más utilizado y, por lo tanto, determina a qué información concreta tenemos acceso. Digamoslo así, no se trata tanto de que este motor de búsqueda tenga acceso a toda la información relevante, sino más bien que, dado que no hay alternativas fuertes que nos den acceso a tal información, Google es el que discierne qué es relevante y qué no lo es. Por eso podemos considerar que, en tanto que experto, es un experto global y no tiene lagunas: funciona como criterio de relevancia. No se trata de que Google nos muestre lo importante, sino más bien que lo importante es lo que Google muestra.
Sin duda, esta parece una tesis demasiado fuerte, está claro que las respuestas que Google pueda ofrecer a ciertas cuestiones no van a ser las mejores, ni va a ser la fuente más adecuada para obtener cierta información o, por lo menos, obtenerla para ciertos fines. Por ejemplo, un estudiante de posgrado de física nuclear no podrá hacer de Google su fuente principal de documentación. Seguramente su fuente será tachada de poco fiable dentro de los círculos científicos y universitarios y se considerará que existen opciones disponibles mucho más deseables, como buscadores especializados, bibliotecas, listas de bibliografías, monografías, revistas, manuales, etc. Esta, sin embargo, no tiene por qué ser una limitación real, si bien en el caso del estudiante de doctorado la necesidad de justificar su conocimiento se deba, probablemente, a exigencias de una tradición específica en la que está enmarcado, de corte más tradicional; también es cierto que internet puede contener información muy valiosa de carácter especializado y académico y que Google puede ser una herramienta sumamente eficiente para el intercambio de información entre expertos y para facilitar la comunicación entre estos. El hecho de que la información no esté ni jerarquizada ni compartimentada en materias, posibilita que un usuario, experto en un tema concreto, pueda encontrar interesante y útil que, aún siendo ajena a su área en un principio, influya y contribuya a la mejora de su propio conocimiento experto[2].
Independientemente de este caso concreto, no debemos olvidar que hay otros campos donde la idea de que Google se configura como un gran experto parece ser más sólida y convincente, como es el caso de las cuestiones de uso y las convenciones.
Supongamos que no estamos seguros de cómo se escribe la palabra ‘anhelar’, si bien podemos recurrir al diccionario de la Real Academia para consultarlo, dado que es la autoridad que establece la normatividad ortográfica, también es cierto que podemos esperar una respuesta concluyente de Google. Si escribimos las dos (o más) formas alternativas de escribir la palabra entre las cuales dudamos y hacemos búsquedas, bastará con observar el número de resultados que obtiene cada una de la opciones y concluir que la forma correcta de escribirla es aquella que resulta más popular (tanto es así que la mayoría de las veces no será necesario hacer la búsqueda, sino que el mismo buscador nos sugerirá que, dada la escasez de resultados, muy probablemente habremos escrito mal la palabra y nos propondrá la forma correcta). Esta estrategia puede extrapolarse a otras muchas cuestiones, como la forma exacta de una cita o una canción, el nombre de un personaje célebre, la mejor manera de cocinar un plato, etc. Casos todos ellos en los que la comunidad construye (en un sentido fuerte) y determina la información, y cuya certeza depende del uso que dicha comunidad haga de ella.
Más aún, si en algo destaca Google como experto, es en la capacidad para reflejar el conocimiento de la comunidad, o mejor dicho, para tener un conocimiento ajustado y cierto sobre la propia comunidad. No se trata ya sólo de que sea una autoridad para determinar la corrección de cuestiones que dependen del uso, sino que contiene información sobre las actividades, las inclinaciones y las ideas de todos los miembros de la red. Tanto es así que una vez al año Google publica el registro de las búsquedas que se han realizado en ese periodo y determina, en distintas categorías, cuáles han sido las búsquedas más populares, en qué regiones y qué momento del año. Esta aplicación se llama Google Zeitgeist, y efectivamente refleja el espíritu de la época.
Hemos concluido, por lo tanto, que en internet el concepto de experto se debilita hasta prácticamente desaparecer, pero que resucita, aunque de forma un tanto heterodoxa, en la figura del motor de búsqueda, concretamente en Google, que nos proporciona respuestas más o menos bien justificadas (aunque siempre, eso sí, a través de un criterio cuantitativo) a prácticamente cualquier pregunta, sin especializarse en un área, ni hacer distinciones entre disciplinas. Cabe preguntarse, entonces, si esta calidad de experto que recae sobre Google no regresa de alguna forma a cada una de las páginas indexadas que comparten esta información y cuyo autor, en principio, no puede ser considerado un experto. Podríamos decir que Google emana cierta expertitud que convierte cada una de las páginas que reflejan una información aceptablemente confirmada, en un testimonio de un experto parcial, es decir, todos nos convertimos en expertos en tanto en cuanto nos vemos apoyados por la autoridad de Google (que procede, ni más ni menos, que de nuestro testimonio y el de otros muchos como nosotros).
Para finalizar, podríamos señalar que el papel central que ocupa Google en la adquisición de conocimiento plantea la cuestión de si podemos considerar a este motor de búsqueda como el ámbito en el que se forman nuevos expertos que han sido previamente usuarios de la red. Admitamos o no que alguien pueda convertirse en un experto en un tema con la única ayuda de internet, es un hecho que en la actualidad muchos de nosotros adquirimos conocimientos amplios por este medio. Estos conocimientos heredan algunas características de la red difusa y no jerárquica, tales como el no admitir compartimentación por disciplinas. Sin ir más lejos, cualquiera que haya utilizado la wikipedia sabe que esta enciclopedia conduce al usuario a través de distintas áreas de conocimiento, en virtud de sus intereses y no de una ordenación de los saberes.





C. Picazo y M. Muñoz

[1] A. Goldman: Knowledge in a Social World, Oxford, Oxford University Press, 1999.
[2] Con respecto a la relación entre el progreso científico e internet, puede consultarse el ya clásico artículo: P. Thagard: Internet epistemology: Contributions of new information technologies to scientific research, Unpublished manuscript, University of Waterloo, 1998. Disponible en http://cogsci.uwaterloo.ca/Articles/Pages/Epistemology.html

1 comentario:

  1. Todo lo cuestionable que pueda ser el tratamiento de un tema tan global y banal en un ambiente académico se disuelve en este caso con un imperativo ético que las autoras proponían no tan solo para el criterio de selección de nuestras fuentes sino también para el rol que tenemos cuando encontramos información mediocre y no hacemos nada para revertir aquello teniendo posibilidad de hacerlo. Esto no solo demuestra el problema de veracidad de los medios electrónicos sino que muestra algo aún peor, el repliegue en la academia y el poco interés por establecer un contacto abierto desde la filosofía y sus especialidades con la gente común o aquella que no pertenece al gremio y digámoslo en gran medida con los estudiantes secundarios que cada día más son los que recurren al buscador para realizar sus deberes. Este problema fue retomado al día siguiente desde otro frente que reclamó específicamente la relación entre los asuntos filosóficos (desde el apellido que queramos), los jóvenes y la gente común. ¿Qué hace el filósofo? ¿Simplemente analizar autores? Incluso el que lo hace tiene siempre una motivación extra, razón por la cual se dedica a ser especialista en un determinado autor.

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